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DoppelGänger;

viernes, 9 de abril de 2010,4/09/2010



El tacón del zapato, impactando el húmedo piso, hacía eco tanto en el lugar como en mi propia consciencia.
No tenía idea de dónde me encontraba. De repente había despertado en medio de una calle bastante oscura, sin ningún rasguño ni pista alguna de cómo había llegado hasta allí. Por lo que no me quedó más remedio que ir a indagar, ya que tampoco aparecieron personas para poder preguntarles acerca de mi ubicación y situación.
Mi cuerpo tiritaba por completo, como si augurara un futuro negro, mas intentaba alejar de mí pensamientos pesimistas, con lo asustada que estaba seguramente podía darme uno de esos ataques de asma que me asaltaban y no había traído el inhalador.
Nunca había pensando que en mi corta salida habría de verme envuelta en un escenario así.
Continué caminando, volteando de vez en cuando porque podía sentir que alguien me seguía, desde las más profundas penumbras.
—¡Nym!
Escuchar el grito, tan de improvisto, en el silente recinto hizo que comenzara a correr despavorida.
No podía reconocer la voz de aquella persona, la hallaba indescifrable, como si me fuera imposible saber su procedencia, su género, su especie.
Las lágrimas comenzaron a salir tan rápidas como mis propias pisadas, las cuales de repente se detuvieron abruptamente ante un enorme edificio de color gris. En un primer instante me quedé paralizada observándolo, sin embargo lo único que sentía era la agitación provocada por la carrera, los constantes jadeos y mi corazón desbocado.
Aquel lugar, al cual reconocí como una fabrica, parecía llamarme, el viento soplaba en dirección a la puerta, como si fuera una gran boca tratando de absorberme, lo que me pareció escalofriante, mas mi cuerpo tomó su propia decisión sin consultarme, y entró. Caminé con cuidado ya que el lugar estaba muy oscuro, tanto así que apenas veía mis manos frente a mí, y sólo podía guiarme por el frenético deseo de continuar que, ahora, compartía mi consciencia, de forma irrazonable.
Mientras me internaba en las tinieblas comencé a pensar en todo lo que me había sucedido ayer, me costaba creerlo, pero el tener el sabor amargo de los labios de Pit me hacía convencerme de lo ocurrido. Apreté los puños y me tapé los oídos con estos, casi me parecía escucharlo.
—Nunca fue real.
Asustada abrí los ojos, pero en vez de ver la alta silueta de mi ex novio encontré a la única compañera que tenía ahora, la densa oscuridad. Suspiré, no sé si desesperada, aliviada o defraudada.
No quería aceptarlo pero aún lo amaba, quería volver a verlo, tenerlo entre mis brazos, saber que era real, mas sabía que lo que él me había hecho no tenía nombre, ni siquiera cabía en las clasificaciones normales.
Continué andando y logré palpar una muralla, la cual me sirvió de guía. Pero todo tiene un fin y aquel muro no era la excepción. Me costó trabajo pero me separé de este y me impulsé hasta nuevamente quedar varada en medio del abstracto infinito.
—¿Dónde voy? —murmuré, volteando el rostro a todos lados.
De improviso una luz se encendió, fue una fracción de segundo, porque volví a la oscuridad nuevamente, mas mis ojos me escocieron de forma brutal, fue como el flash de una cámara pero mil veces más intenso. Me coloqué las manos delante del rostro para protegerme, lo que resultó ya que un par de lámparas comenzaron a parpadear, dándome un poco más de visibilidad del lugar.
—¡Nym!
El chillido se hizo mucho más intenso. Me giré para ver si es que hallaba al responsable pero nadie estaba allí, sólo yo y la gran sombra que se proyectaba en el piso de madera.
—¡Ya basta! —grité de vuelta, haciendo acoplo de toda la valentía que tenía.
No hubo respuesta. Me quedé quieta y luego miré el camino que se extendía delante. Las sombras volvían, me sonreían burlonas y me incitaban a regresar a ellas, sin embargo sentía una sensación distinta ahora, una que me advertía que si daba un paso más no sería capaz de retroceder más. No moví un sólo músculo, tal y como una estatua me quedé absorta en la oscuridad, como si esperara que algo apareciera allí.
—Ven.
Fue como si me hubieran enterrado una estaca en el pecho, un dolor punzante que ni siquiera te deja respirar, que comienza a corroer la razón, llevándote entre risas a la desesperación. Me puse una mano en el sector herido, como si intentara detener la hemorragia, sin embargo allí no había sangre, ni había llaga, sólo una sombra, que me observaba sonriente.
—Ven Nym.
Mis piernas comenzaron a avanzar por decisión propia, una tras la otra, dejándome sin opción más que la de internarme en aquel mundo sin matices. Intenté parar, pero mis esfuerzos fueron en vano.
Cuando estuve a un mísero metro de aquel cúmulo de gris y silencio me detuve. Los labios me tiritaban y las lágrimas me salían sin control alguno.
La sombra había desaparecido, pero podía sentirla allí, a un paso de mí.
—Déjame —sollocé, sin poder hacer más— por favor, déjame.
Una mano me tomó del cuello, era real, palpable, de carne y hueso, lo que me dejó perpleja. Intenté sacármela de encima, pero se notaba que mis fuerzas y mi razón estaban ausentes por completo.
—Todo fue una mentira.
Sentir su voz tan cerca fue ensordecedor, había dejado de chillar, pero por alguna razón el oírle hacía que sintiera un dolor de cabeza horrible, como si sus palabras dañaran mi mente.
—Nunca me quiso.
Un segundo brazo apareció, e imitó la labor del primero.
Era como si de repente todo comenzara a palpitar dentro de mi cabeza, sentí un picor en los labios, como si la sangre comenzara a abandonarlos, mis ojos parecían querer reventar. Abrí la boca, pero todo fue peor, el dolor que asaltaba mis músculos se agravó de forma casi insostenible.
—Sus besos, sus caricias…
Todo comenzó a ponerse borroso, el cosquilleo se expandió a mis mejillas y continuó hasta los pómulos. Sentía como si de repente hubieran cortado mi cabeza, separándola del cuerpo.
—Sus letras y sus te amo.
Estaba apunto de cerrar los ojos y rendirme, no tenía fuerzas, lógica y, en pocos segundos, tampoco tendría consciencia. Sin embargo, antes de que me diera por asesinada, quien me sostenía dio un paso hacia mí, convenciéndome de mi muerte.
Era yo.

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