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¿Qué es vivir?;

lunes, 26 de abril de 2010,4/26/2010


Era tan pequeña y frágil. Su vestido rojo aún le quedaba algo largo en las mangas, él mismo había procedido a cortárselas un poco, pero veía que no había hecho un trabajo cien por ciento satisfactorio. Lo peor de todo era que ella no le había dicho nada, aunque la verdad siempre se quedaba en silencio, mirándolo, sonriéndole incluso sin mover sus labios. Era algo mágico, realmente hermoso y único, sí, porque nadie más le veía así, para todos los demás era la chica “muda” de la clase, sólo para él era Vivi, su hermoso tesoro.
Se refregó los ojos con la manga de la camisa. Miró el mar, la luna se reflejaba en este, al igual que las incontables estrellas, esas lucecitas que tantas veces se había quedado observando con ella sólo porque no deseaba volver a casa, y claro, ella siempre se quedaba a su lado, lo quisiese o no.
Suspiró, los recuerdos le golpeaban como látigos, y le hacían doler exclusivamente el pecho, aunque quizás el aguijón en su cabeza no fuera culpa del frío y sino también producto de estos.
La palabra quizás, y sus derivados, se posicionaban de su mente cada vez con mayor frecuencia, y si podía despejarla un poco de esta las interrogaciones las secundaban.
Observó con detenimiento su rostro en paz, eso le hizo sonreír levemente. Se veía preciosa, su rostro tan puro, su piel tan blanca como una perla, sus labios tan suaves… aquellos que había deseado probar pero no sería capaz de hacerlo nunca, porque ella era Vivi, su preciada Vivi, y no podía profanarla, la culpa -más de la que ya tenía ahora- lo ahogaría hasta asfixiarlo.
—Es hora Vivi —murmuró, elevando la mirada al cielo, y viendo a la luna justo arriba de sus cabezas.
Con su mano le dio una última peinada a su sedoso cabello negro, arregló un poco su zapato izquierdo -el pie de la suerte según ella misma decía- y se internó al agua.
El oleaje intentaba hacerlo retroceder, aunque muy bien podía ser su propia consciencia y deseos.
El agua estaba más fría de lo que imaginó, y cada paso le congelaba un poco más, tanto su cuerpo como su mente. Era como luchar contra una pesadilla, sabes que no puedes ganar ni despertar cuando quieras, por más que lo desees.
Se detuvo al cabo de unos cinco minutos, justo donde se tenía que mantener de puntillas, por lo hondo que era el piso bajo sus pies.
Sus ojos volvieron a recorrerla de arriba abajo, intentando mantenerla en su retina, que su imagen no se modificara ni perdiera en el tiempo.
—Vivi… ¿por qué Vivi?
Poco a poco, sin intenciones de hacerlo, la fue soltando.
Podía ver como la tela del vestido se empapaba con lentitud, como su cabello se expandía en el océano y comenzaba a flotar a su lado, con el rostro vuelto al cielo, a sus preciadas estrellas.
—¿Regresarás a mí, no es cierto? —le habló, colocando una mano en su mejilla— me lo prometiste, dijiste que ambos estaríamos juntos siempre… —le abrió los ojos, con sutileza, dejando ver las dos orbes esmeraldas de la chica, quería admirarla así por última vez, siendo ella, vagando en su interior, mirando el cielo, su cielo— dijiste que nadie nos separaría, entonces ¿por qué Vivi?
Se llevó las manos al rostro mientras sentía como todo el peso del mundo, de su mundo y el de ella, le caía encima. Y no lo soportó más, comenzó a llorar sin importarle nada. Gritó, golpeó el agua con los puños y maldijo a todos, incluso a su preciada Vivi, porque después de todo lo que había pasado con ella, luego de que la sacara de aquella nube gris, y le prometiera todo su amor… ella, olvidándose de todas las palabras hermosas, de las sonrisas leves -pero bastante significativas-, de esos paseos en bote, de todos esos lumínicos recuerdos… acabó de todos modos por saltar, ¿y él, y las promesas, qué ocurriría ahora?
Su hermosa y pequeña Vivi se había ido, sin pensar en él, sin importarle todo lo que habían construido, todo lo que iban a construir.
—Vivi… —musitó, y se fijó en ella, que yacía bastantes metros más allá de lo que había pensando— ¿por qué huyes de mí?
Había sido la única persona que le había brindado amor de verdad, una sonrisa real, alegría que podía palpar y oler.
Porque Vivi, siendo ella como era, podía parecer una chica triste y sin ganas de continuar, pero en el fondo disfrutaba cada pequeño detalle de su vida… de lo que había sido su vida, porque ahora estaba allá, con las estrellas, el mar y la luna, con las nubes que se quedaba viendo con la boca entreabierta, con el sol que disfrutaba tanto y con la lluvia que chapoteaba en los charcos… estaba allá, sonriendo con los ojos, feliz.
Su silueta ya no se vislumbraba, el mar se había quedado con ella. Desde aquí parecía poder reconocer su cabeza de enmarañado pelo, pero bien podía ser su propia consciencia que intentaba engañarlo.
Rígido y con los labios apretados se quedó viéndola aunque no pudiera, con las lágrimas bajando por sus mejillas, el corazón roto y escuchando su voz, prometiéndole que serían felices juntos.
—Mentira —masculló— todo fue una gran mentira.
Las rodillas le cedieron y se fue abajo, empapándose de pies a cabeza.
Se quedó con la cara tapada, no por vergüenza sino que no deseaba mirar arriba, porque el cielo, cada estrella, cada nube e incluso la misma naturaleza le recordaba a Vivi, aquella chica que le abrió el corazón sin piedad y se quedó allí, para siempre.
Porque él lo sabía, ella había muerto, por los dos.

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